Este es ejercicio de académico de los alumnos de Tercer Semestre de Comunicación Social para la Paz |
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GUERRA EN IRAK (Por Andrés Gómez)
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Con
horror e impotencia los ojos de la humanidad vieron como día a día
los intereses económicos de los imperios estadounidense y británico,
respaldados por el aparato bélico más poderoso en
la historia de la humanidad, devastaron y acribillaron al pueblo de Irak,
acorralado por la miseria y la desesperación. Una sociedad que no sólo tuvo
que soportar los abusos y la destrucción del tirano por más de dos décadas,
sino ahora también la invasión infame y criminal de una coalición de
filibusteros que sembró de sangre y muerte el suelo de su patria.
Mr
Bush y sus esbirros más cercanos: Blair y “Asnar” decidieron “democráticamente“
destrozar el derecho
internacional, promovido después de la barbarie ocurrida en la segunda guerra
mundial, y lanzar el cruel ataque
en nombre de la libertad, sin el
consentimiento del consejo de seguridad de la ONU, utilizando como argumento una
aberración jurídica, como lo es la figura de la guerra preventiva, que abre el
camino para que quien posea la fuerza militar y la sevicia del psicópata pueda
invadir y aniquilar a pueblos enteros que no se sometan a
su mandato.
Cuenta
la historia, que con Irak y más específicamente con el ahora fugitivo Sadam
Hussein, los EEUU mantuvieron una estrecha relación que nació a finales de los
años 60s, cuando el BAAS (partido político laico de carácter nacionalista)
con el apoyo de la CIA, da un golpe de Estado
y sitúa a la cabeza del gobierno a Ahmad Hassan Al Bark y emplaza como
vicepresidente a Sadam Hussein. Después de una relativa estabilidad
gubernamental que duró
aproximadamente 10 años, Sadam
accede al poder el 16 de
julio de 1979. Pero para contextualizar la correspondencia
entre el dictador iraquí y los EEUU hay que traer a colación el triunfo
de la revolución fundamentalista islámica dirigida por el Ayatollah Ruhollá
Jomeyni en Irán en el mes de marzo de 1979 que derrocó al sha Muhammad Reza
Pahlevi, quien fuera el principal bastión y protector de occidente en la zona.
Para evitar una reacción “en efecto dominó” de esta revolución en los países
vecinos, el ejercito de Irak, al mando de Hussein, con el apoyo militar
y tecnológico de EEUU y el respaldo económico de las monarquías árabes,
lanzó un feroz ataque de infantería el 21 de septiembre de 1980 en contra de
Irán. Ese día seis divisiones armadas cruzaron la frontera. Con este episodio
se dio inicio a una guerra que dejaría más de un millón de vidas perdidas en
ambos bandos.
Durante
los años que duró esta conflagración, el ejército iraquí recurrió a todo
el armamento que occidente le facilitó, incluyendo las armas químicas, por las
que hoy irónicamente es perseguido el régimen de Hussein, artefactos que
utilizó en contra de su mismo pueblo en el norte, en 1988, atacando Halabja,
aldea habitada por la minoría
kurda. Para ese entonces Sadam
Hussein ya era el criminal y genocida que el mundo conoce, pero en ese momento
no importaba, era un criminal y genocida aliado
y obediente, que inmerso en esa brutal batalla protegía los intereses económicos
de la potencia del norte en el medio oriente. Este no es ni el primero ni
el único caso en el que los guardines de la libertad han apoyado de manera
directa a déspotas sanguinarios que disfrazados de estadistas han masacrado y
horrorizado a sus propios pueblos. Como Pinochet en Chile, Videla en
Argentina, Fujimori en Perú, Somóza
en Nicaragua y talibanes en Afganistán, tan sólo para nombrar
algunos casos.
En
este momento Irak cuenta con la segunda reserva más grande de petróleo del
mundo después de Arabia Saudita, equivalente a 125 mil millones de barriles
aproximadamente, que le vendrían muy bien a la golpeada economía del tío Sam;
y esto el “honorable” presidente norteamericano lo sabe muy bien,
por tal motivo arrasará a cualquiera que le impida dominar estas
tierras. Ya pasó por encima de la ONU que no se rindió a sus imposiciones. Ya
esgrimió la chequera a la que se postraron muchos
de los criados comisionados para cuidar sus asuntos en el mundo, ya
consumó la masacre de más de dos mil civiles en Irak y la destrucción
del legado histórico y cultural de
la humanidad que allí moraba; sin que le importe
la marcha incesante de millones de personas alrededor del planeta, que
entienden que cada ataque que lanzó
el terrorismo tecnológico de las potencias en suelo árabe, no sólo terminó
de asolar un pueblo en ruinas
sino que también atentó contra el
frágil tejido que sostiene la democracia y
la libertad.
Recordemos
en este día algunas de las palabras pronunciadas por el presidente de los
Estados Unidos, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. ¿Por qué
nos odian? Se preguntó el señor Bush. La respuesta la tiene al frente de sus
narices, en vivo y en directo. La arrogancia y estupidez de quien posee una
espada poderosa y un cerebro pequeño que envilece todo lo decente que como
humanos podamos tener.
Sólo
quien es preso del cinismo y es un mercader empecinado de la muerte
puede justificar y apoyar la masacre de miles de humanos indefensos. La
solidaridad entre los pueblos debe expresarse en el bienestar común, en el
respeto mutuo a la soberanía y en
el derecho a la autodeterminación, estableciendo dinámicas económicas y políticas
que permitan la existencia en
condiciones dignas de bienestar de las distintas naciones.
Apoyar la invasión
y el genocidio es complicidad de cuatreros.
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