Este es ejercicio de académico de los alumnos de Tercer Semestre de Comunicación Social para la Paz

 



 

El Centro Metropolitano

 DE SITIO DE RECREACIÓN A LUGAR DE DIVERSIÓN

(Por Diana Cristina Hernández)

“Las actividades son buenas, la gente viene y aprovecha. A mí me gusta mucho el billar y el tejo”. Son las palabras de Efraín Martínez quien constantemente participa con sus amigos de los programas que se organizan en el Centro Metropolitano de Recreación (CMR), ubicado en el Parque Nacional. Allí pueden ir todas las personas que quieran divertirse sanamente, reconocerse como parte activa de un grupo donde encuentran apoyo y confianza, con eventos que incentivan la convivencia y el liderazgo a través de las diferentes actividades que ofrece.

Su administradora, Nancy González, interesada en promover el Centro, las organiza en forma gratuita, beneficiando a toda la comunidad cercana, ya que por encontrarse dentro de la localidad de Chapinero, el lugar engloba un grupo humano significativo, dándoles la oportunidad durante todos los días de la semana de que ocupen su tiempo libre de manera productiva y divertida con gimnasia, cine, taller de vitrales y kung fu, entre otras.

Las instalaciones, además de la casa, son amplios salones para alquilar ubicados en la parte posterior, donde antiguamente descansaban los caballos de la finca y ahora son utilizados para los eventos del centro. En total son seis destinados para  los juegos amistosos, las charlas, torneos, lecturas, seminarios, y demás. Cada uno dotado con los implementos necesarios para la actividad a la que están destinados.

Según una encuesta realizada por Escenario a personas que frecuentan el sitio, el 100% está de acuerdo en que la atención y el servicio del CMR es bueno. El 67% ha participado en actividades diferentes al billar, el juego preferido por la gente porque se puede disfrutar a cualquier hora del día. La satisfacción de los participantes se debe, como dice el señor Agustín Bolívar, “a que es muy bueno, porque es recreación para toda la familia, es algo muy bonito, además, podemos traer a los nietos - porque los hijos ya están viejos - a que vean las películas el fin de semana mientras uno juega aquí billar. La mayoría lo gozamos porque esto es muy lindo”.

Un año atrás los programas estaban destinados únicamente para la tercera edad y consistían en el desarrollo de actividades recreativas, deportivas y culturales, encaminadas a promover la autonomía, gratificación, liderazgo y participación socio familiar de las personas adultas mayores residentes en el Distrito Capital. Ahora, aunque no han dejado este programa de lado, entraron a cobijar a una población mayor.

Este sitio, además de ser un punto de encuentro, también tiene una historia y la vieja arquitectura es la mayor testiga del paso de los años. Si esos muros hablaran contarían secretos de la vida pública de grandes hombres en una época conmemorativa de Bogotá: las décadas de los años 40 y los 50.

Para empezar, es necesario remontarse hacia principios del siglo XX, cuando el Parque Nacional era una gran hacienda a las afueras de Bogotá, y estas instalaciones hacían parte de lo que fue la casa principal de los predios. Alrededor de la casa hay vestigios de esculturas reposando en los jardines. Algunas de éstas han sido restauradas y utilizadas como columnas donde se levantan las astas de las banderas, o como bebederos para los pájaros que viven en los grandes y viejos árboles.

Cuando la ciudad se extendió, este terreno, con toda su vegetación y fauna, quedó inmerso en la nueva jungla de cemento que crecía a pasos agigantados, pero no fue sino hasta 1933, cuando se celebraba el cuarto centenario de la fundación de Bogotá, en el gobierno del entonces Presidente de la República Enrique Olaya Herrera, cuando se tomó la determinación de diseñar el parque y regalarlo a la ciudad. De esta manera, la antigua casa pasó a manos de la Alcaldía.

Allí, Carlos Lleras Restrepo y Jorge Eliécer Gaitán, realizaban reuniones políticas a las que asistían grandes personajes de la época e influyentes en las decisiones del Estado. Al mismo tiempo se alternaba con un teatro de marionetas, donde la gente asistía para promover la convivencia familiar.

Más adelante, cuando Rojas Pinilla salió del poder en 1957, fue internado durante varios meses en esta casa, sirviéndole como lugar de reclusión donde constantemente era militarmente vigilado. Según el señor Jorge Pérez, habitante desde hace 70 años del barrio La Perseverancia, “el dictador fue traído aquí por ser campo abierto, para así tener forma de escapar si venían a buscarlo para matarlo”. Esto fue secreto en la época, precisamente para su protección.

Aunque todos estos testimonios no se encuentran de manera escrita, ya que ni siquiera la dirección aparece registrada en las oficinas de Catastro o de Instrumentos Públicos en Bogotá, las personas del sector, especialmente las de edades avanzadas, conocen muy bien todo lo que ha sucedido en los alrededores de esta casa, que parece mágica por estar entre los árboles y senderos, destacándose bajo el sol de la tarde por sus paredes amarillas y grandes ventanales, con un balcón que incita a soñar y devolver el tiempo hasta la época en la que sus moradores escondían grandes secretos.


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